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jueves, 2 de septiembre de 2010

Ego/Eco (II):

A diario se daba un peregrinar desde Ciencias Naturales hasta Sociales con el único fin de jugar con miradas y risas. En Sociales aprendí el significado de la palabra 'flirtear'. No podía esperar a sentarme al lado de una muchacha a la cual quería devorar. En Sociales aprendí que se puede volar con los pies en tierra y que (de forma paradójica) el aire puede faltar, y aun así, sentirte más vivo que nunca. En Sociales aprendí que los ojos de una mujer pueden ser íntimo hogar y vasto universo. En Sociales me enamoré de la que hoy es mi esposa mientras morían 3,000 personas en la ciudad de Nueva York.

Los eventos del nuevo milenio develaron el resplandor de un hecho que hasta el momento era ignoto: la simetría del razonamiento lógico matemático no satisface mi sed académica. La pataleta académica de Humacao empieza a adquirir más justificación en una impetuosa gestión autodidacta. Estaba sediento de literatura, filosofía y arte sin saberlo. Me puse a leer. Me prometí conocer y aprender todo lo más que pueda de lo que había ignorado por tanto tiempo.

El origen del incompleto hombre que soy hoy, y la muerte del adolescente dormido que fui ayer, se encuentran en el 'slide show' onírico titulado 2001.

Mi condición gastrointestinal crónica retrasó mi gestión académica significativamente. Sin embargo, es deshonesto atribuir mis siete años de bachillerato a mi condición fisiológica, pues no estaba del todo apasionado con la pedagogía. Todavía estaba envenenado de esnobismo académico. La errónea concepción del magisterio persistió durante todo el bachillerato en Río Piedras, y honestamente, aún persisten vestigios mientras escribo estas palabras.

El maestro es el profesional más marginado de Puerto Rico. No resulta sorprendente el hecho de que los maestros y estudiantes de pedagogía menosprecien su propia carrera. Ya sea por un desprestigio auto infligido, o por una marginación de parte del estado o la empresa privada; el maestro es un 'baby sitter' glorificado. Esta patológica concepción, en combinación con una patología somática, retrasó mi progreso académico.

Mientras se desataban las mencionadas batallas (académicas e inmunológicas) cada día que pasaba era un paso mas en el 'perímetro de la amistad' con la vestal del Yunque. Una vez se cruza este perímetro, salir de una singularidad cosmológica (hoyo negro) resulta relativamente fácil.

La vestal y musa contenida en una sola persona, dentro de poco tiempo brincaría el charco. Un programa de intercambio académico por un semestre, y un italiano de Torino me arrebatan la primera mujer de la que me enamore. En retrospectiva, fue lo mejor que pudo haber pasado, pues pude salir del perímetro de la amistad. Mientras más se acercaba la fecha del viaje de intercambio a España, más se alejaba la bonita amistad y más se acercaba una ansiosa incertidumbre, necesaria para escapar de la terrible condición de amigo.

El semestre en España hizo posible todo tipo de especulaciones sobre la posibilidad de una relación pos intercambio y pos italiano. ¿Será posible que se acuerde de mí? ¿Se quedará en España? ¿Se quedará en Italia? Incertidumbre, desasosiego y ataques de cuernos eran totalmente cotidianos, por lo tanto, tuve que disponer del Internet como medio para tratar de sosegar la ansiedad. Era imperativo calmar el ataque de cuernos. Le tenía celos a un hombre y a un continente. Un e-mail, del cual no hay copia, llegó al ‘inbox’ de la que se fue. Lo que nunca salió de mi garganta se dijo de forma digitalizada.

Termina el semestre en la iupi y en Toledo. Su regreso a la isla marca la continuación del 'flirteo' que empezó en Sociales, pero empezaba a transmutarse a un intenso 'foreplay'. La relación toma un nuevo giro y se hizo evidente el poder que tiene la palabra escrita cuando se hace de forma honesta. Sin embargo, el italiano llegaría a Puerto Rico. Aún acechaba la posibilidad de perderla. Los celos aún tenían casa. No me era posible desterrarlos...

Llega el simpático europeo a Puerto Rico y no pude encontrar motivos para odiarle. Desafortunadamente era una buena persona. Aun así, la visita (afortunadamente para mi celoso y caprichoso ser) no incidió en un fortalecimiento de la relación. Es probable que el italiano haya percibido la hipnosis a la cual me encontraba sometido, o simplemente, el interés por mantener la relación a larga distancia desapareció.

Ahora se supone que narre como las circunstancias tomaron un giro a mi favor. Estoy supuesto a indicar como el macho, de forma activa y oportunista, seduce a su objetivo. Sin embargo, el macho que 'echa maíz' siempre estuvo en una posición fetal en mi caso. Mi arquitectura fisiológica, afectiva y emotiva dista mucho del macho alpha. No repudio esta condición, pues la heredo del jibarito de Jayuya, cuya fortaleza no tiene que ver nada con el macho y si le debe todo a su condición de hombre.

Indudablemente, la desaparición del italiano se traduce en una ventaja. Sin embargo, el evento que de forma definitiva hace de la relación con la vestal un noviazgo fue un accidente.

Hoy estos afortunados accidentes hacen de Malachi Constant, en Sirens of Titan, un colega.

El accidente fue de carro. La primera vez que vi la cara de la muerte. Nunca hubiese imaginado que la cara de la muerte era una parrilla de un BMW M5 del 2003, el caro, con todas las pendejases estéticas e innecesarias que el dinero de una privilegiada dentista de Caguas pudiera comprar.

Después del choque, sentí por primera vez el fuerte impacto de una depresión pos traumática que me motivó a dejar de motivarme. Me sedujo 'el enganchar los guantes'. Contemplé la posibilidad de 'dropearme' y dejarme podrir en mi cuarto en Trujillo Alto. Mi apreciación catastrófica del accidente y mi visceral reacción me ganaron una cita con la vestal. Un e-mail y un accidente de carro eran los elementos necesarios para originar el clímax de nuestro flirteo/foreplay de dos años.

La relación continuó como mismo empezó. El sentido de bienestar en Sociales se transfirió al resto de mi día. Visité por primera vez la subtropical morada de la vestal. Me fue inevitable enamorarme de su familia. Sin embargo, el malestar físico y el dolor eran condiciones con las que tenía que vivir gran parte del día. El bombardeo inmunológico inflamó irremediablemente siete pulgadas de intestino que debieron ser quirúrgicamente removidas. Me hubiese parecido posible la mano de mi novia como remedio, pero la única magia que podía remediar el violento retorcer intestinal era la de un escalpelo.

Pude cargar con el peso de la incertidumbre y el miedo gracias al amor y al arte. En los tres años previos a la intervención quirúrgica seguí leyendo. Mi concepción del absurdo encontró una catarsis en el existencialismo de Camus. La condena de Sísifo, según Camus, fue el evangelio al cual me adherí durante y después de la cirugía. Creo que nunca salió de mi ego la incertidumbre y el miedo, pero pude percibir que esas eran las condiciones con las que tenía que seguir subiendo la montaña. No será fácil, pero puedo contar con que voy a tener ayuda al momento de subir la piedra de la incertidumbre y el absurdo. Conmigo va a estar subiendo la piedra una mujer que se atrevió a hacer de mi carga la suya.

El combustible de las tragedias griegas, según Kierkegaard, es la Soledad. Mi vida (clásicamente hablando) no es una tragedia.

Me casé en el 2008. Tengo un hogar. Me encuentro rodeado de una actualidad caribeña que sólo Kafka pudiera describir. Estoy consiente de una absurda existencia pero aún persiste la poesía. Aún persiste la música, pues mis padres me la enseñaron. Cuando creí posible que la música se puede olvidar, se cruza por mi camino una Musa.

El eco de una canción llamada belleza aún reverbera. Quisiera poder agarrar el aire.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Ego/Eco (I):

"I am a little boy. Soy un niño pequeño."

Thus spoke the puerto rican
toddler to the american tourist
couple at Luquillo Beach, P.R. (ca. 1984).


Mis padres, ambos "baby boomers", son boricuas de clase trabajadora. Mi padre, hijo de un agricultor jayuyano, impresiona y conmueve a mi madre. Mi madre hija de una enfermera ponceña y de un juez de Aguadilla, libera a mi padre del patológico provincialismo rural de la montaña.

A los 21 años de edad, cruzan caminos en una agencia del gobierno. Tres meses después se casan. Eran los setenta, y a los 22 años de edad compran una casa en Trujillo Alto. Se rescatan mutuamente de la incertidumbre existencial que provoca su época.

Mis padres experimentaron genuina pobreza en su niñez, y valientemente lucharon por mantenerla fuera de su hogar. Aún no termina su lucha. La pobreza nunca cruzó las puertas de mi hogar, pero los erector pili de mi nuca sintieron su aliento. Inevitable y desesperante condición para la clase que emerge a partir de la deuda y la esclavitud financiera.

Para ellos, el retiro y el ocio septuagenario no se contemplan como alternativa. Pero mucho menos viable es la alternativa de dejar de luchar. No me sorprende el hecho de que sean mis súper héroes/mártires. No me sorprende el hecho de que para mí resulte más comprensible el sacrificio y el amor de mi hogar que el sacrificio del Gólgota. El amor de mis padres es más tangible y real que el amor de un dios hecho hombre en la Tierra. El amor de mis padres me motiva a tener una paradójica fe en mi concepción secular y agnóstica (a veces atea).

No eran necesarias las historias de Sansón y Dalila. La hipérbole bíblica de la multiplicación de los panes era un hecho normativo y cotidiano en mi casa. El pavor religioso fue reemplazado por una interpretación que ellos le dieron al martirio del nuevo testamento. Era suficiente con una concepción del sacrificio, poéticamente diseñada, a partir de sus realidades.

Llevo como un tótem los cojones metafóricos de mis padres. Llevo como un dharma el amor que solo puede salir de un hogar. El facsímil de rebeldía pubescente evitó reconocer el hecho que para el adulto, consiente del inminente pasar del tiempo, se hace deslumbrante. Me sentí amado y quiero reciprocar mi sentir.

Siete años de matrimonio entre el humilde jibarito y la vivaracha hippie. Siete años sin hijos. La reproducción hace treinta años era una gestión mucho más romántica y noble que en la actualidad; por lo tanto, la visita al urólogo era inminente. Existe la posibilidad de que mi origen biológico sea a partir de una elección entre 'boxers' o 'briefs'. Un cambio térmico, gracias a un cambio de calzoncillos, aumentó la taza de fertilidad de mi padre. También existe la certidumbre de que existo gracias al alquímico deseo que persistió por buena parte de la década de los setenta. Mis padres querían ser padres.

Mi educación elemental, intermedia y secundaria se dio en un colegio católico de Guaynabo City; ciudad que se manifiesta como el cénit del éxito. En ese periodo, Roselló navegó los mangles boricuas con su kayak; disfrazado de Pedro Navajas, The Box pasaba vídeos de 2 Live Crew y se derramaban torrentes de semen pre pubescente. Me enamoré de las ciencias naturales. Me enamoré del mar. Me enamoré de la música. Me 'enchulé' de la idea de estar 'enchula ‘o' lo suficiente como para evitar la vergonzosa condición de llegar al prom sin pareja...

Con un priapismo existencial a partir del complejo napoleónico escolar, comienza la universidad. Adolescente y fálico, quise penetrar una realidad alternativa. Empezó el coqueteo con el 'counter-culture'. Quise construir una rebeldía, adhiriéndome a otras ideologías. El marxismo fue lo más que se pareció a mi realidad doméstica, por lo tanto, fue la adhesión ideológica más natural. Marx me recuerda al Cristo que mis padres me recitaron. Marx suena a música cuando eres de clase media baja y estuviste rodeado de frivolidad y fetiche materialista, producto del entorno dado por un colegio católico de Guaynabo.

En la universidad, tuve mi primera pataleta con las ciencias naturales, pues me di de baja de pre-calculo II (tres veces). Pero me porte bien con las Biologías, particularmente con la Organismal Animal. Los cnidarios (corales) y los mangles (particularmente Rhizophora) me dieron una bellaquera cabrona, siempre amé el mar. Mi sed académica era fundamentalmente positivista, pero ya el síntoma del repudio al razonamiento lógico matemático era perceptible.

El Búho, Bob Marley (ya el reggaetón era un chiste) punk de los setenta, rock clásico, hospedajes, Napster, Matrix (Wachowski, 1999), Zelda 64: The Ocarina of Time (Miyamoto, 1998), el primer 'polvo', el primer 'arrebato', la primera 'borrachera'... Del CUH y de mis primeros años universitarios, me llevo estas memorias.

La rabieta con el razonamiento lógico matemático llego a un clímax en mi tercer año universitario en Humacao. También se empieza a develar un maldito bombardeo inmunológico a mi sistema gastrointestinal que tiene su origen en un críptico ensamblaje genético. Empiezo a contemplar la posibilidad de que la realidad objetiva sea a partir de accidentes cosmológicos, que inciden también en el cosmos intracelular.

Una nueva oscilación existencial me trae a la iupi. Ya el priapismo esta mas aliviado, pero aun persiste. Llego con una dosis de incertidumbre representada por preguntas como: ¿qué voy a hacer?, ¿quién soy yo? Estas preguntas encontraron respuestas en nuevas condiciones que nunca había experimentado. Reconocí que lo que tenía que hacer era amar y tratar de ser amado por una vestal del Yunque.

La poesía involuntaria de un vaivén de caderas y el terrible colapso de las Torres Gemelas fueron mi bienvenida a la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. La imagen de personas saltando al vacío desde un piso 75, y los ojos de la que yo quería que fuera mi novia, fueron los mementos más impactantes. El comienzo del resto de mi vida era inevitable.

Me enamoré por primera vez de una mujer, y por primera vez me di cuenta de que el absurdo no se limita a mi experiencia. El absurdo de la existencia era todavía más dramático para las personas que murieron el 11 de septiembre del 2001. Los milenios siempre se inauguran con el verter de sangre….

miércoles, 25 de agosto de 2010

Reseña: {Alamar | González-Rubio | 2009}

La Coorporación de Cine de Puerto Rico, en conjunto con El Museo de Arte de Contemporáneo, presenta una serie de películas - artísticas, independientes e internacionales -  libres de costo. Se exhiben películas diferentes dos veces al mes, los miércoles y jueves. Los filmes del mes se presentan en la sala de proyección del MAC, miércoles a las 7:00 pm, y jueves en Ballajá, a las 9:00 pm. Ya sea por auto-exclusión misantrópica, por el aparente hermetismo de una colectividad burguesa y contemporánea, o por mi condición de pseudo burgués de clase media baja, me mantengo al margen de actividades como estas. Sea cual fuera la razón, me perdí las películas anteriores. Llegué tarde a la fiesta de masturbación de ego que es fácilmente perceptible en Fine Arts Café, La Respuesta, o en las calles de Williamsburg, NYC. El MAC estaba lleno de 'jipstels' (acuñada por @Arturo_Ulises).

Un miércoles me levanté de la cama y decidí que era un buen día para caminar desde la Calle Fuerte en Santurce, hasta el Cementerio María Magdalena de Pazzis en el Viejo San Juan. De camino por la Ponce de León recuerdo el meme 'café de Jayuya cerca del Museo'. Gracias a mi padre, cualquier oración que tenga a Jayuya como una de sus palabras me obliga a recordarle musicalmente. Por lo tanto, decido entrar al establecimiento, ya que también empiezo a apreciar el epicúreo placer de tomar una tacita de café - le debo mi nueva apreciación, o potencial vicio, a mi esposa. Con una taza de café, un sándwich, una botella de agua, 35 páginas leídas de un libro y el iPod en ‘shuffle’, me tiro el viaje hasta el cementerio.**

 Justo al lado de la puerta de salida del jayuyano establecimiento, vi  la imagen de una película cuya reseña leí hace cuatro meses en una revista, de esas que se venden en enormes librerías con los mismos valores neoliberales de Wal-Mart. Después de leer la reseña, me era imposible ignorar el hecho de que existe esta película y no la he visto. La fotografía estaba plasmada en un 'flyer', anunciando la exhibición de Alamar (González-Rubio, 2009) en la sala de proyección del vecino museo a las 7:00 pm del mismo día:


"A sort of Mayan-mystic Peter Pan, Jorge descends on civilization to take his darling boy away for a spring in a coastal Never Land...". (Nayman, 2010)

Mi cinefilia cafeinada me obliga a llamar a mi cafeinómana esposa para decirle que hoy miércoles, a las 7:00 p.m., vamos a ver Alamar. Parecería alquímico el café jayuyano que me tomé, pues esa misma noche González-Rubio, con su liricismo documental, me recitaría la más bella poesía que he visto sobre el amor entre un padre y un hijo.

La cámara logró captar de forma documental y poética la belleza de la comunicación humana con humanos y con la naturaleza. Después de Antichrist (Lars von Trier, 2009) se recibe con mucho gusto esta afable lectura alternativa de la naturaleza como personaje fílmico, un antídoto a la violenta misandria de von Trier.
Banco Chinchorro, reserva natural mexicana y con un valor ecológico incalculable, se presenta como la antítesis geográfica del hogar de Natan Machado Palombini (el hijo), ya que vive con Roberta Palombini (madre) en Roma. González-Rubio deja claro, en la introducción a la película, el estatus de la relación entre Jorge Machado (padre) y Roberta: una pareja separada, pero no escindida totalmente.

El vínculo es Natan, quien también dialoga con el niño que fuimos. Ello es posible gracias a la faceta documental/etnográfica de la película. Se captura lo que en apariencia es una laxa naturalidad. Detalles y eventos del diario vivir de la comunidad de Chinchorro (hogar del padre), se entretejen con el discurso paternal de la película, con una fluidez que solo es posible con la sensibilidad naturalista de un director que también filmó Toro Negro (2005).

La cámara captura a Jorge, natural historiador natural, padre y maestro. Un niño de cinco años rodeado de una metrópolis europea con su madre, ahora se encuentra rodeado de mar con su padre. No se requiere mucho esfuerzo empático para apreciar el entorno como mágico. Tampoco se requiere demasiada profundidad de lectura para entender que esta misma magia se quiere transmitir al espectador.
Para Natan, su padre era un súper héroe y Chinchorro un lejano planeta. El niño, sujeto de sus entornos y la cámara, se percibe como el medio por el cual nuestra subjetividad se identifica con la poesía fílmica de Alamar. La inmanencia del discurso del amor en la película es evidente para cualquier persona que sea hijo o padre. Se ve el papá que regaña, enseña y el papá que juega y sustenta.

Jorge Machado y Chinchorro, mi padre y Jayuya, Natan y Yo...
Alamar es un consolador recordatorio de que la experiencia de un buen padre puede ser universal.

Nota:
* El viaje al cementerio no se relata aquí, pero tuvo como resultado este post.

Referencia:
Nayman, A. (2010, primavera). Surfing on the wave of reality. Cinemascope, p. 7

jueves, 22 de julio de 2010

Zapatos


“From the dark opening of the worn insides of the shoes the toilsome tread of the worker stares forth. In the stiffly rugged heaviness of the shoes there is the accumulated tenacity of her slow trudge through the far–spreading and ever uniform furrows of the field swept by a raw wind. On the leather lie the dampness and richness of the soil. Under the soles stretches the loneliness of the field-path as evening falls. In the shoes vibrates the silent call of the earth, its quiet gift of the ripening grain and its unexplained self-refusal in the fallow desolation of the wintry field. This equipment is pervaded by uncomplaining worry as to the certainty of bread, the wordless joy of having once more withstood want, the trembling before the impending child bed and shivering at the surrounding menace of death.” – M. Heidegger

La obra de Vincent van Gogh y el análisis de Heidegger tienen una ineludible correspondencia con la imagen de los zapatos de mi padre………

Referencias:

A Pair of Shoes (1885), Vincent van Gogh

Fragmento del ensayo: “The Origin of the Work of Art” por Martin Heidegger