viernes, 10 de junio de 2011

Reseña: {Salsa Macabra | Orquesta El Macabeo}

Consumo medios como una niña adolescente con una tarjeta de regalos de 1,000 dólares - en Forever 21. Tengo que escuchar música todos los días, por lo tanto, no puedo estar escuchando lo mismo todo el tiempo. Compré Salsa Macabra con una buena referencia (vía @redod) y puedo decir que el disco apela a mi condición boricua y a muchos de mis valores estéticos. Me gustó Orquesta El Macabeo aunque la salsa no sea un género protagónico en mi iPod (si me gusta la vieja, la golda). La producción es riquísima, tanto en contenido técnico como poético. Una pieza que sugiere la excelente ejecución de las dos facetas antes mencionadas (lo poético y lo técnico) es Charlatán. Nunca los he visto en vivo, pero puedo decir que las trompetas, la percusión y las teclas están por encima de los guineos. El sampling carioca es exquisitamente insertado, dándole un aire de joda que complementa muy bien la pieza. Y es que con la lírica también se teje un héroe, una suerte de arquetipo boricua, un Diógenes de la vida, pero que "todavía es tu pana":



La producción es afable por que nos regala, sin reservas ni pretensiones, pura gozaera. Macabeo se presenta como un fenómeno poco usual: una banda independiente, dispuesta a subvertir lo que se entiende por Salsa, mientras traen un sonido indiscutiblemente purista. Pero sabes que hay algo diferente, alternativo. Con Salsa Macabra se pone la salsa al día vía 12 rockeros, 12 templarios macabros dispuestos a proteger un Santo Grial: el cánon cocolo. Una deliciosa paradoja que se me hace evidente en Swing. El Charlatán, una especie de Virgilio dantesco que nos guía, nunca abandona el contexto del álbum, pues también se pone romanticón (La Noche); reflexiona sobre una pesada carga existencial en La Culpa; se pone épico y se infla de grandiosidad en Macabionico; y en Se Pone Difícil, el héroe, que ya se perfiló como macabiónico, charlatán y romanticón, también es contemplativo. El Charlatán, el arquetipo boricua con el que tanto nos identificamos, es el recurso poético con el cual Macabeo le habla a toda una generación. Una generación a la que no le queda más remedio que encontrar vacilón en lo macabro:

Danza Macabra (Michael Wolgemut, 1493)

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