Un
sommelier mete su nariz
—proboscis levantada,
hasta la marmórea cúpula
del Partenón alzada—
En una copa.
Esnifa el baile anaeróbico
Y etílico de la sangre de un Dios;
La deja bajar por su garganta;
Tiñe su lengua, sus labios
Y sus ideas.
Levanta un cuchillo ceremonial;
Lo clava en el pecho de su hijo.
Nunca llegó el ángel.
La sangre que brota de un pecho
Es más negra que la de una copa.
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