jueves, 5 de agosto de 2010

El Cayo Kafkaesco II {Revisited}:


La fucking tiraera del reggaetón y su misóloga payasada, son análogos al jodío cucarachero que hay en El Capitolio. Las rabietas incoherentes de Rivera Schatz, y la "adhesión" de Daddy Yankee al neoliberalismo, son dos caras de una misma moneda. El giro de la moneda es en torno al pseudo-neologismo que llamo puertorriqueñidad; un perpetuo buscar de identidad que se quiere justificar como una identidad. El eñangotamiento estadista, la jaibería autonomista y el irónico elitismo independentista, están contenidos en un cuadro clínico que enmarca la mencionada patología. Estamos anóxicos. No nos falta mucho para el rigor mortis. La paleta de colores tiene el cyan, gris, blanco, negro y rojo. Somos zombis. Pero no cualquier zombi. Somos los ciudadanos de una necrópolis puertorriqueña que todavía pocos se atreven a amar. El amor es posible, solamente, por que la puertorriqueñidad lo permite.

La puertorriqueñidad es enfermedad y posibilidad de cura. El espectro del nacionalismo, una reacción psico-somática al colonialismo, todavía se adhiere a los receptores sinápticos de una 'conciencia colectiva' - hábilmente identificada por Primera Hora y El Nuevo Día; protagonistas de los medios impresos que perpetúan el marasmo. El romanticismo ideológico existe sin importar el sesgo. Los medios populares de comunicación usan el populismo de la misma forma que el dueño de un punto administra su negocio.

Somos la isla del encanto que promete ser la isla del espanto, tecatos de identidad, dependientes al reconocimiento, por eso Miss Universe y Miguel Cotto son tan importantes. Violencia y Belleza quieren encontrar conmensurabilidad. La poesía no puede mediar. La razón desaparece. Kobo Santarosa ultraja utilizando como falo la televisión. La razón murió y la violencia es hegemónica.

¿La bella puertorriqueñidad como alternativa?
¿El veneno como antídoto?

Prefiero el cinismo como metadona.

* Publicado en el blog: People for the Ethical Treatment of Puerto Ricans, por Odilia Rivera Santos (@bezotes en twitter)

4 comentarios:

  1. Cuál sería esa "bella puertoriqueñidad" exactamente?

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  2. La bella puertoriqueñidad consiste en los bienes que exportamos, que ya no tienen ninguna utilidad agrícola. La bella puertorriqueñidad son las payasadas a las que estamos adictos. El círculo vicioso de validar una identidad a través de una estética miope. El ay bendito que sale de la pena y los cojones que salen de las rabietas. La bella puertoriqueñidad confunde pena con compasión y coraje con pataletas. La bella puertoriqueñidad es el facsímil de identidad nacional que se exacerba con concursos de belleza y eventos olímpicos. La actualidad está adicta a esta "belleza"

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  3. Estás planteando que en la dicotomía está la belleza? Son irreconciliables los términos?

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  4. Se pudiera decir que sí. Pero entiendo que nuestra belleza está más presente en la persistencia (ya sea colectiva o individual) de encontrar conmesurabilidad en la(s) dicotomía(s)(violencia y belleza, enfermedad y cura, colonia y no colonia etc.). Ej: Plaza las Américas lleno con un ímpetu de consumo sin paralelos, por una parte, y por otra, Puerto Rico aportó muchísimo a la causa haitiana. El ay bendito que pudiera ser patológico en muchas situaciones, a veces resulta ser compasión (aunque sea más por motivaciones estéticas que éticas).

    Nuestra condición sociopolítica y cultural hace que la antes mencionada compasión estética - el ay bendito - se transmute a un fetichismo de bienes sin rival. En otras palabras, parecería que no queda más remedio que apreciar estéticamente nuestras aporías, ya que aparentan no tener fin.

    Kierkegaard niega la conmesurabilidad hegeliana, argumentando que se es o estético o ético. Nuestra "jaibería hegeliana" de tratar de ser éticos y estéticos a la misma vez (de fundir la tesis con la antítesis para sintetizar una "identidad") es bella...

    Alomejor el hegeliano soy yo Lol! ;-p.
    Gracias por comentar.

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