Kierkegaard aun ocupa un espacio hegemónico en mi ser actual. Heidegger es imposible de desplazar pues se que existe. A Nietzsche quiero tatar de leerlo otra vez. Pero aun reverbera en mi ser la primera vez que leí Thus Spoke Zarathustra. Hegel me sintetiza la experiencia de lucha humana en una dialéctica amo/esclavo. Schopenhauer es un desconocido, conocido solamente por referencia. Lo que se de Schopenhauer es gracias a la lectura de Nietzsche diez años atrás. Marx es hegeliano y conjurado en la actualidad político económica global, de esta forma adquiriendo una nueva validez en la praxis. Sartre vio esto, Heidegger lo vio y lo dejó pasar. La fenomenología y la filosofía del ser adquieren madurez. Se hacen notables estas dos figuras (Sartre y Heidegger). Se materializan las condiciones para indicar que la modernidad esta cianótica. Avances técnico científicos van a cuestionar perpetuamente la ontología humana (legado griego). Sagan se me revela, abriéndome un Cosmos, tanto de objeto como de sujeto.
La historia epistemológica de la humanidad se me hace hegelianamente necesaria. Darwin elegantemente me indica que la palabra evolución aparece en su libro (The Origin of Species by means of Natural Selection or the Preservations of Favoured Races in the Struggle for Life) bien pocas veces. Heisenberg y su incertidumbre agitan los cimientos de la física. Hawkins me revela el principo antrópico y la aceleración de partículas. Bertrand Russell y Pascal aun son el Himalaya. Einstein sintetiza de forma lógico matemática la naturaleza de la luz, el tiempo y el espacio. Estados Unidos deja claro que la tecnología militar nuclear es la atrocidad más grande de la humanidad. Ya Alemania nos lo advirtió matando a judíos. La Segunda Guerra Mundial se convierte en parte integral de mi pensamiento actual.
Las guerras posteriores a la SGM me motivan a apreciar la estética, como concepto filosófico, tan difícil de agarrar. La generación de mis padres despierta en mí la necesidad de incluir en mi axiología la belleza. El arte toca las puertas de mi conciencia, como lo hizo solamente en la niñez. La música, la literatura y el cine constituyen mis tímidas e inseguras sensibilidades estéticas. El cine, la música y la pintura forman parte de las gestiones creativas que me gusta consumir. El rock, la ciencia ficción y el surrealismo se convierten en obsesiones que se nos permiten manejar en juegos de video. Estamos insertados en una actualidad hipertecnológica que nos obliga a almacenar y procesar información de una forma sin precedentes en la historia de la humanidad. El lenguaje tiene limitaciones bioquímicas que el mundo digitalizado ignora por completo. Las relaciones interpersonales se diluyen en redes sociales, pero se mezclan mejor con el extranjero, tan inevitable necesidad para un isleño. La actualidad misma me motiva a enmarcarla o a poseerla en este texto que escribo y que muy pocas personas van a leer. Paradójicamente, el enmarcado científico-técnico hace posible la existencia de instrumentos digitalizados portátiles, que ponen de manifiesto mis necesidades creativas que aquí se escriben, sin tinta y sin papel. ¿Soy ético o estético? ¿Es posible una ética imbuida de esteticidad, o una estética sostenida en eticidad? Aun no puedo contestarme estas preguntas pues no termino de leer el primer pseudónimo kierkegaardiano. Demás esta decir que el Juez Vilhem para mi, es por completo desconocido.
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