Leer un existencialista postímero, probablemente no el último pero si
de los últimos, para luego leer al existencialista primogénito,
constituye lo que pudiera aparentar una gestión desorganizada. Pero
si se lee de esta forma se pueda dar paso a una posible adhesión al
punto de vista hegemónico del pensamiento actual. Se ve el absurdo, si ves el absurdo vez a
gran parte de la condición humana. También empieza moverse el faro
hacia la embarcación tripulada por Camus, Sartre, Derrida, Foucault etc.
Mi interpretación de la realidad es producto de diversas dualidades
oscilantes. Materialismo y espíritu, cosas e ideas, poiēsis y technē,
amo y esclavo, objeto y sujeto, topos y u topos, yin y yang,
romanticismo y realismo, metafísica y física. Dendrita y neurotransmisor
deben ser dos ideas aparentemente contrarias pero esencialmente
iguales.
Comienza un nuevo ciclo antagónico, una nueva ebullición de ideas,
argumentos, discursos. Siempre existe la esperanza de que se origine
un agente que provea elasticidad a la rigidez que hay en la
anastomosis vieja y quebradiza existente entre medio de dichos
argumentos que en apariencia suelen ser antagónicos, pero en esencia
pueden ocupar estructuras cognitivas enmarcadas por un mismo sistema.
Existimos hoy como seres que solamente Heidegger pudiera enmarcar con
sus ideas, solo el pudiera develar (althēa) el sistema para tratar de
demarcar ideas (pensar). Nuestra actualidad híper tecnológica valida
gran parte de los argumentos de dicho pensador; es imposible ignorar
nuestras ansiedades psicosociológicas. Se hacen evidentes las
virtudes y peligros de la tecnología en la realidad histórica de s.
XXI. No hay idealismo político que niegue este hecho. No hay ser
humano en el mundo globalizado que ignore este hecho, pues no conozco
seres humanos que rechacen el deseo de reconocimiento. Todos
queremos antitetizar, escindir, sintetizar, adherir. Este hecho es
desoxirribonucleico e histórico.
El positivismo y su guardaespaldas (la lógica) están a la
defensiva. Estamos en una historia pensada por los alemanes, gestada
por los franceses. ¿Que nos queda a los que somos herederos de
antagonías? Nos queda la gestión sisífica y absurda que llamamos vida.
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